Nuestra forma de pensar tiene grandes repercusiones en nuestra relación con Dios, con los demás, con nosotros mismos. Pablo nos propone aquí cómo pensar bien.

Escribe Pablo a una iglesia querida, y no oculta que hay contiendas, sino que los destapa para intentar arreglarlos ¡no huyas de los problemas! Enfréntalos «como Dios manda» y deja lugar a la paz de Dios, que es paz en medio de esos problemas.

Debemos evitar las tradiciones que nos esclavizan y separan de Dios para centrarnos en mirar a Jesús: todo lo demás sobra, es basura, no sirve para nada.

Epafrodito se esforzó por cumplir una misión, aunque no lo consiguió del todo. ¿Eres de los que intentan completar a los demás y llenar los agujeros? ¿o eres de los que dejan el agujero y además critican?

Aunque no lo creas eres una estrella que Dios quiere usar para iluminar al mundo. No importa lo pequeño que creas ser, es Dios quien te hace brillar

Celebramos la resurrección de Cristo ¡¡y también la nuestra!! Si esto es cierto en mi vida, mis ojos están en las cosas de arriba; y si no miro arriba, algo falla ¡pidamos a Dios que nos ayude a mirarle!

Tenemos en Cristo el modelo de humildad para nuestra iglesia, para no mirar a los demás como inferiores a mí mismo, para no esparcir chismes para estar unidos.

Versículo conocido por todos y muy fácil de decir… pero ¿es real en nuestras vidas? Seamos sinceros, pongamos nuestra dureza delante de Dios y dejemos que nos cambie.

Pablo escribe una carta llena de amor y cariño ¿qué tenía esta iglesia que Pablo la quería tanto? ¿Qué podemos aprender nosotros de ella?

Dios es bueno. Y su bondad no depende de lo bueno que seas tú. No te acerques a Dios según lo bien que lo hayas hecho, sino según lo bueno que es Él.