Seguir a Jesús tiene un precio muy alto: renunciar a todo. Si uno quiere ser discípulo de Jesús debe amarle a Él por encima de todo, incluso de su propia vida.
Esa renuncia total no se expresa igual en todas las personas, y es cada cual en su relación con Dios el que debe entender si hay algo que le aparta de Dios.

Se acerca la Semana Santa, como toda fiesta religiosa podemos vivirla como una obligación religiosa, con enfado por el frecuente vacío de la religión, como un simple privarnos de placeres. Pero te animamos a vivirla mirando a Jesús que murió y resucitó, preparándonos para ser como Él.
Para empezar: ¡fuera prejuicios! solo sirven para estorbar

Santiago nos habla de la oración. Quiero igual a mi familia todo el año, pero no hablo con ellos igual cansado y cuando estoy de fiesta. Así, al dirigirnos a Dios le amamos siempre, pero nuestra expresión puede cambiar. Aprendamos a orar siempre, adaptándonos a nuestras circunstancias.

Sabemos que el Señor Jesús vendrá otra vez, y mientras aguardamos esa segunda venida del Señor, ¿cuál es nuestra actitud?
Una fe que no se traduce en la vida no es fe verdadera. La fe viva y verdadera se traduce en buenas obras. En paciencia ante la segunda venida, en aceptar a los demás sin criticar y juzgar, y en una ética basada en la veracidad.

Durísimo pasaje en que Santiago muestra la dureza con la que Dios tratará a todos aquellos que se enriquecen a costa de empobrecer a los demás.
Tengamos cuidado de nuestros corazones, no amemos a la riqueza de modo que se convierta en un dios para nosotros.

La planificación de nuestra vida debe tener en cuenta al Señor Dios.
Porque pecar no es sólo hacer activamente cosas malas, ¿no está mal tener poder para hacer el bien y no hacerlo?
Se suele decir que «el hombre propone y el Señor dispone». No olvidemos que no somos realmente soberanos de nuestros futuros.

La lengua es un arma poderosa, poderosa para el bien, y poderosa para el mal. Hoy reflexionamos sobre el daño que pueden hacer los chismes entre las personas. ¡No juzgues a los demás ni trasmitas los chismes!

¿Para quién vives? La respuesta fácil en una iglesia es: ¡para Dios!. Pero a veces nuestras obras demuestran que vivimos para nosotros mismos, y por eso hay peleas y conflictos.
Santiago escribe en este contexto y ofrece alternativas que vienen de Dios.

El salmista mira al cielo y contempla la majestad de Dios. Mira a la Biblia y contempla la Ley de Dios.
Y en ambos encuentra perfección y disfruta con ello.

La dura etapa que han pasado Arturo y Ofir con el cáncer de estómago les ha servido para aprender cosas ¡y hoy aprendemos todos por ellos!, reflexionando con ella sobre la fe de Abraham, que se tradujo en obediencia, obras, riesgo y desprendimiento. ¡Ejemplos tenemos para imitar!